sábado, 18 de febrero de 2017

CAPÍTULO I: El encuentro con las brujas


N. del A.: la presente versión de MACBETH es una adaptación de la obra de Shakespeare al género narrativo.
Como tal, conserva los sucesos y personajes centrales de la historia original, a la vez que modifica algunos elementos estructurales relacionados a lo narrativo y lo dramático. Utilicé para ella el castellano neutro y en todo momento primó la idea de acercar la obra del máximo autor de la lengua inglesa a un público lector joven, ese público que a menudo encontramos en las clases de Literatura de Educación Secundaria. 

Capítulo I. El encuentro con las brujas.

En el campo de batalla la suerte estaba echada. El viento había amontonado nubes negras sobre los desdichados que habían muerto. Truenos y relámpagos se escuchaban desde el oriente. Las tropas invasoras retrocedían hacia el mar y dos hombres volvían victoriosos y cansados a su campamento.
-Mira- dijo uno de ellos-. ¿De dónde ha salido ese bosque?
-¿Cómo saberlo?- respondió el otro-. Tal vez haya estado allí desde el principio y no hemos reparado en él hasta ahora. Nos vendrá muy bien para tomar aliento y continuar. La batalla ha sido dura pero continuamos con vida.
-¡Con vida y honorables, Banquo! ¡Fieles a nuestro Rey Duncan! No como esos traidores que huían con el Barón de Cawdor a rastras. ¡Escocia no es para los traidores!
-Ojalá fuera cierto, Macbeth. Pero hoy en día las traiciones crecen como grama en las colinas. Apresurémonos. La tormenta se acerca y el campamento aun está lejos.
Una bandada de cuervos se precipitó sobre la llanura. Los hombres caminaron juntos, extenuados, por el bosque que se tornaba cada vez más oscuro.
Tres sombras se habían reunido en un páramo donde los árboles raleaban. Un relámpago iluminó la escena por un instante y luego la oscuridad se adueñó del lugar otra vez.
-¡Hoy es el día en el que lo bello se convertirá en feo y lo feo en bello, mis hermanas! Permanezcamos juntas después de nuestros viajes. ¿Qué has hecho tú, hermana menor?
-He liberado los vientos sobre una docena de barcos.
-¿Y tú, hermana mayor?
-He alimentado a los sapos que mi buen Graymalkin me ha traído de regalo. Son mis esclavos ahora y soy responsable por ellos. Pero dinos, hermana del medio, ¿en qué has gastado el tiempo que Hécate te ha cedido?
-He ido y he vuelto. Luego he vuelto a ir y he vuelto a volver. Pero el lugar que tantas veces he visitado es secreto y no puedo hablar de él. ¡Silencio! Allí vienen hombres. El primero de ellos es Macbeth, y con él hablaremos.
Macbeth y Banquo detuvieron la marcha, sorprendidos por la imagen de las tres hermanas.
-¿Quiénes son ustedes?- preguntó Macbeth-. ¿Están vivas todavía o son espíritus que vagan entre los árboles?
-¡Salve Macbeth! Barón de Glamis- dijo la hermana menor.
-¡Salve Macbeth! También Barón de Cawdor- dijo la del medio.
-¡Salve Macbeth! ¡Tú serás Rey!- dijo la mayor.
-¿Qué han dicho?- preguntó Banquo-. Miren a mi amigo, estupefacto ante vuestros saludos, mientras que a mí ni siquiera una mirada me han soltado.
-¡Oh! Recibe nuestras excusas, Banquo. No serás Rey, claro está. Pero serás mucho más feliz que tu Rey. Y finalmente tu hijo lo será.
-¿De qué están hablando?- dijo Macbeth-. ¿Cómo saben quiénes somos?
Las sombras se tomaron de las manos y comenzaron a girar alrededor de una piedra. Luego se desvanecieron en el aire como espíritus disueltos en la niebla. Los dos hombres, estáticos, dudaron un instante y prosiguieron el camino.
-Si no estuvieras conmigo, Banquo, diría que estoy loco y que ha sido la sangre derramada por mi brazo en defensa de Duncan la que me ha enloquecido. Pero tú, como yo, has visto a esas tres.
-Sí. Las he visto y las he escuchado.
-Imagino que no tomarás en serio sus palabras.
-¿Por qué no, mi futuro Rey?- respondió Banquo con una sonrisa. Todo el asunto se le antojaba gracioso.
-En todo caso, no fueron menos benignas contigo- dijo Macbeth con la misma sonrisa-. ¡Tus hijos serán reyes!
-Lo cual es aun más increíble. Estamos muy lejos de la línea de sucesión. ¿Cómo podríamos dar crédito a lo que digan tres espectros que tal vez solo hayan sido alucionaciones nuestras?
-No es posible creerles. Además, mintieron. Yo soy Barón de Glamis, pero no de Cawdor. Ven. Sigamos caminando como si no hubiéramos visto nada. Si mis oídos no me engañan, por allí vienen hombres de nuestro ejército que podrán aliviarnos con un poco de agua.
Del otro lado del bosque surgieron seis caballeros vestidos para la batalla pero con las espadas enfundadas. Dos de ellos se adelantaron hacia Macbeth y Banquo. Eran Ross y Angus, nobles al servicio del Rey Duncan.
-El Rey ha recibido desde el campamento las noticias de tu victoria sobre los noruegos, Macbeth. Y nos ha enviado a buscarte- dijo el primero.
-Planea honrarte como te mereces- agregó el segundo.
-Pero como adelanto te diremos que ya eres Barón de Cawdor.
-¿Qué? ¿Pueden las sombras diabólicas decir la verdad?- dijo Banquo en voz baja, abriendo los ojos con incredulidad.
-¿Acaso no vive aun el Barón de Cawdor? ¿Por qué me visten con ropajes ajenos?- dijo Macbeth, contrariado con las palabras de los mensajeros.
Y Angus respondió:
-Vive aun, pero pronto morirá ejecutado por su traición. El Rey te obsequiará todas sus pertenencias en premio a tu lealtad y sacrificio.
-Barón de Glamis. Ahora de Cawdor. ¡Y aun queda algo más por cumplirse!- pensó Macbeth a la vez que cruzaba una mirada con Banquo, que permanecía en silencio.
-¿Acaso no esperas que tus hijos sean reyes?- dijo Macbeth.
-Ya no sé qué esperar- dijo Banquo, bajando la mirada.
-No demoremos más, nobles de Escocia. Vayamos con el Rey- interrumpió Angus.