N.
del A.: la presente versión de MACBETH
es una adaptación de la obra de Shakespeare al género narrativo.
Como tal, conserva los sucesos y personajes centrales de la historia
original, a la vez que modifica algunos elementos estructurales
relacionados a lo narrativo y lo dramático. Utilicé para ella el
castellano neutro y en todo momento primó la idea de acercar la obra
del máximo autor de la lengua inglesa a un público lector joven,
ese público que a menudo encontramos en las clases de Literatura de
Educación Secundaria.
Capítulo
I. El encuentro con las brujas.
En el
campo de batalla la suerte estaba echada. El viento había amontonado
nubes negras sobre los desdichados que habían muerto. Truenos y
relámpagos se escuchaban desde el oriente. Las tropas invasoras
retrocedían hacia el mar y dos hombres volvían victoriosos y
cansados a su campamento.
-Mira-
dijo uno de ellos-. ¿De dónde ha salido ese bosque?
-¿Cómo
saberlo?- respondió el otro-. Tal vez haya estado allí desde el
principio y no hemos reparado en él hasta ahora. Nos vendrá muy
bien para tomar aliento y continuar. La batalla ha sido dura pero
continuamos con vida.
-¡Con
vida y honorables, Banquo! ¡Fieles a nuestro Rey Duncan! No como
esos traidores que huían con el Barón de Cawdor a rastras. ¡Escocia
no es para los traidores!
-Ojalá
fuera cierto, Macbeth. Pero hoy en día las traiciones crecen como
grama en las colinas. Apresurémonos. La tormenta se acerca y el
campamento aun está lejos.
Una
bandada de cuervos se precipitó sobre la llanura. Los hombres
caminaron juntos, extenuados, por el bosque que se tornaba cada vez
más oscuro.
Tres
sombras se habían reunido en un páramo donde los árboles raleaban.
Un relámpago iluminó la escena por un instante y luego la oscuridad
se adueñó del lugar otra vez.
-¡Hoy
es el día en el que lo bello se convertirá en feo y lo feo en
bello, mis hermanas! Permanezcamos juntas después de nuestros
viajes. ¿Qué has hecho tú, hermana menor?
-He
liberado los vientos sobre una docena de barcos.
-¿Y
tú, hermana mayor?
-He
alimentado a los sapos que mi buen Graymalkin me ha traído de
regalo. Son mis esclavos ahora y soy responsable por ellos. Pero
dinos, hermana del medio, ¿en qué has gastado el tiempo que
Hécate te ha cedido?
-He ido
y he vuelto. Luego he vuelto a ir y he vuelto a volver. Pero el lugar
que tantas veces he visitado es secreto y no puedo hablar de él.
¡Silencio! Allí vienen hombres. El primero de ellos es Macbeth, y
con él hablaremos.
Macbeth
y Banquo detuvieron la marcha, sorprendidos por la imagen de las tres
hermanas.
-¿Quiénes son ustedes?- preguntó Macbeth-. ¿Están vivas todavía
o son espíritus que vagan entre los árboles?
-¡Salve
Macbeth! Barón de Glamis- dijo la hermana menor.
-¡Salve
Macbeth! También Barón de Cawdor- dijo la del medio.
-¡Salve
Macbeth! ¡Tú serás Rey!- dijo la mayor.
-¿Qué
han dicho?- preguntó Banquo-. Miren a mi amigo, estupefacto ante
vuestros saludos, mientras que a mí ni siquiera una mirada me han
soltado.
-¡Oh!
Recibe nuestras excusas, Banquo. No serás Rey, claro está. Pero
serás mucho más feliz que tu Rey. Y finalmente tu hijo lo será.
-¿De
qué están hablando?- dijo Macbeth-. ¿Cómo saben quiénes somos?
Las
sombras se tomaron de las manos y comenzaron a girar alrededor de una
piedra. Luego se desvanecieron en el aire como espíritus disueltos
en la niebla. Los dos hombres, estáticos, dudaron un instante y
prosiguieron el camino.
-Si no
estuvieras conmigo, Banquo, diría que estoy loco y que ha sido la
sangre derramada por mi brazo en defensa de Duncan la que me ha
enloquecido. Pero tú, como yo, has visto a esas tres.
-Sí.
Las he visto y las he escuchado.
-Imagino que no tomarás en serio sus palabras.
-¿Por
qué no, mi futuro Rey?- respondió Banquo con una sonrisa. Todo el
asunto se le antojaba gracioso.
-En
todo caso, no fueron menos benignas contigo- dijo Macbeth con la
misma sonrisa-. ¡Tus hijos serán reyes!
-Lo
cual es aun más increíble. Estamos muy lejos de la línea de
sucesión. ¿Cómo podríamos dar crédito a lo que digan tres
espectros que tal vez solo hayan sido alucionaciones nuestras?
-No es
posible creerles. Además, mintieron. Yo soy Barón de Glamis, pero
no de Cawdor. Ven. Sigamos caminando como si no hubiéramos visto
nada. Si mis oídos no me engañan, por allí vienen hombres de
nuestro ejército que podrán aliviarnos con un poco de agua.
Del
otro lado del bosque surgieron seis caballeros vestidos para la
batalla pero con las espadas enfundadas. Dos de ellos se adelantaron
hacia Macbeth y Banquo. Eran Ross y Angus, nobles al servicio del Rey
Duncan.
-El Rey
ha recibido desde el campamento las noticias de tu victoria sobre los
noruegos, Macbeth. Y nos ha enviado a buscarte- dijo el primero.
-Planea
honrarte como te mereces- agregó el segundo.
-Pero
como adelanto te diremos que ya eres Barón de Cawdor.
-¿Qué?
¿Pueden las sombras diabólicas decir la verdad?- dijo Banquo en voz
baja, abriendo los ojos con incredulidad.
-¿Acaso
no vive aun el Barón de Cawdor? ¿Por qué me visten con ropajes
ajenos?- dijo Macbeth, contrariado con las palabras de los
mensajeros.
Y Angus
respondió:
-Vive
aun, pero pronto morirá ejecutado por su traición. El Rey te
obsequiará todas sus pertenencias en premio a tu lealtad y
sacrificio.
-Barón
de Glamis. Ahora de Cawdor. ¡Y aun queda algo más por cumplirse!-
pensó Macbeth a la vez que cruzaba una mirada con Banquo, que
permanecía en silencio.
-¿Acaso
no esperas que tus hijos sean reyes?- dijo Macbeth.
-Ya no
sé qué esperar- dijo Banquo, bajando la mirada.
-No
demoremos más, nobles de Escocia. Vayamos con el Rey- interrumpió
Angus.