N. del A.: visiones, sueños, alucinaciones… Macbeth y Lady Macbeth se hunden en los mares de la locura. Mientras tanto, arrasan con sus enemigos. Y lo peor: mueren más inocentes.
Pero Macbeth no descansó esa noche. No hacía más que imaginar soluciones a sus crecientes males. Luego de un par de horas en soledad convocó de nuevo a los asesinos de Banquo y mantuvo con ellos un largo coloquio.
Luego tres caballos partieron hacia Fife, lugar donde se alzaba esplendoroso el castillo de Macduff. Como los tres llevaban el permiso real no fueron detenidos en la entrada. Pero no dejaron, como es uso, sus monturas en la caballeriza sino que las sujetaron a las rejas de una de las entradas, como si lo que tuvieran que hacer no fuera a demandarles mucho tiempo.
Días después, en Inglaterra, dos nobles escoceses de alta jerarquía hablaban en un tono de amplia confianza sobre lo que sucedía en su amada Escocia. Eran Macduff, caballero de renombre, y Malcolm, hijo del traicionado Duncan y hermano de Donalbain.
-Es una enorme alegría que tú, fiel servidor de mi padre, te hayas dado cuenta de la trampa que Macbeth tendió sobre nosotros y nuestro padre- dijo Malcolm.
-El mismo tirano se encargó, a los pocos días de iniciado su reinado, de ir espantando a sus propios amigos. Nunca fuimos cercanos pues siempre vi en su semblante indicios de un carácter débil que se empeña en parecer fuerte. Pero ahora ha ido demasiado lejos. Dicen, y es bueno creerlo porque se trata de personas de confianza, que ha llegado a matar a su amigo Banquo porque éste había descubierto sus planes contra Duncan.
-Tengo algo que proponerte, noble Macduff. ¿Quieres escucharlo con atención?
-Adelante. Soy todo oídos.
-Debemos combatir a Macbeth y tal vez debamos usar sus propias armas.
-No entiendo.
-Este hombre es malvado y tiránico algunas veces, y otras es salamero y traidor. Entonces debemos ser como él. Te propongo regresar a su lado, intenta ganar su confianza y, cuando finalmente lo hayas hecho, allí cobraremos venganza. ¡Le pagaremos con la misma moneda con la que él pagó la confianza de nuestro padre!
Macduff frunció el entrecejo y comenzó a menear la cabeza.
-¡No! ¡No puedo aceptar esa petición! ¡Convertirme en lo que él mismo es para ajusticiarlo! ¡Jamás! Prefiero liderar un ejército de un solo hombre contra el tirano antes que convertirme en algo parecido a él. Con su permiso, Majestad, voy de regreso a Escocia. Si sus planes para conmigo cambian y son honorables, usted sabe dónde encontrarme.
-¡Detente, Macduff!- dijo Malcolm-. Es preciso que sepas que todo lo que he dicho antes ha sido solo para probar la calidad de hombre que eres. Tenía que saber si aun conservas tu honor o si ya lo habías vendido al bajo precio de la vana gloria. Perdóname por exponerte a esta trampa, pero ahora veo claramente que si he de confiar en alguien, ese alguien eres tú, querido amigo de mi padre y mío propio.
En ese momento unos golpes azotaron la puerta de la habitación.
-Es el caballero Ross- anunció el guardia-. Trae novedades de Fife, según manifiesta. Y son urgentes.
-¿De Fife?- dijo Macduff-. ¿De mi propio castillo? ¡Pero si mi viaje a Inglaterra ha sido secreto!
-Háganlo pasar- dijo Malcolm.
Ross entró y se inclinó ante Malcolm, como era costumbre, y ante el otro caballero. Cuando reconoció a Macduff su rostro empalideció y se arrojó a sus pies.
-Noble Macduff- comenzó balbuceante-, no esperaba verte aquí. He venido de forma discreta para contarle las desgracias de tu familia a Malcolm, legítimo heredero del trono de Escocia, pero ahora no tengo otra salida que referirlas ante tus propios oídos.
-¿Desgracias? ¿De qué hablas? ¿O acaso...?- comenzó Macduff-. ¿Acaso lo que tanto he temido ha sucedido finalmente?
-No sé qué es lo que has temido, pero difícilmente eso sea más terrible que lo que voy a relatarte.
-Pues hazlo de una vez- ordenó Malcolm-. ¿No ves acaso que este hombre desfallece a cada instante?
-Es que lo que voy a contarles no es algo que pueda ser contado con palabras sencillas. Pero iré directo al grano. La noche era oscura y dos hombres golpearon la puerta del castillo. Venían con instrucciones del Rey Macbeth, según dijeron. Y como Lady Macduff no había sido instruida del todo en las sospehas que se ciñen sobre el rey, no objetó su entrada y les permitió ingresar y pernoctar en el castillo. Al otro día...
-¿Al otro día qué?- rugió Macduff.
-No sé cómo decirlo, noble caballero, pero al otro día tu amada esposa amaneció muerta,
-¿Muerta? ¡No!
-Muerta, noble Macduff. Y eso no fue lo peor.
-¿Qué dices? ¿Acaso insinúas que...?
-Tu hijo, aquel tierno infante que hasta hace unos días jugaba en tu falda, corrió la misma suerte que su madre.
Macduff cayó abatido sobre el primer asiento que encontró. Tomó su rostro con las manos y lloró amargamente por la suerte de los que más amaba.
-Nunca debí dejarlos solos- dijo en voz alta. Malcolm acudió a consolarlo y lo tomó de los hombros. Macduff lo miró a los ojos sin poder decir palabra.
-Tu pérdida es irreparable, noble Macduff. Ningún padre debería atravesar por este momento. Pero te ayudaremos a encontrar la templanza para que puedas vengar lo que te han hecho.
-¿Vengar? Pero Macbeth no tiene hijos...
-Tu corazón está enturbiado con funestas noticias. Descansa ahora, que pronto partiremos hacia nuestra tierra. La liberaremos de las garras del tirano.
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