jueves, 9 de marzo de 2017

Capítulo IV


N. del A.: en los capítulos anteriores Lady Macbeth, seducida por la posibilidad de convertirse en reina, convence a Macbeth de matar al rey Duncan. La ocasión está servida en bandeja, puesto que el mismo rey los ha ido a visitar al castillo de Forres. ¿Qué ocurrirá entonces? La respuesta en el Cap. IV.


  AL AMANECER las campanadas surcaban el aire.
Dos sombras se encontraron en las almenas.
-¿Qué haces, hermana del medio?
-¿Responde a tu misma pregunta tú primero, hermana menor?
-He venido porque hermana mayor me ha enviado a ver qué ocurría con Macbeth.
-Pues has llegado tarde. Ya todo ha sucedido.
-Entonces nuestra hermana mayor se enfadará.
-No tanto. Si lo deseas, yo puedo contarte lo que he visto.
-Adelante. No demores más.
-Macbeth y Lady Macbeth agazajaron al Rey Duncan con sus mejores galas. El banquete fue un éxito. El Rey decidió proceder liberalmente con los ayudantes y los cocineros y a todos les ofreció muy buenos regalos. Incluso le dio un diamante labrado a Lady Macbeth como prueba de su beneplácito. Luego se fue a dormir acompañado de sus guardias.
-Entonces nada malo sucedió.
-Lo mejor está aun por llegar, querida hermana. Porque Lady Macbeth vertió ciertas sales en las bebidas de los guardias. Luego fue a dar el aviso a su esposo, quien salió apresurado de su recámara. Tan apresurado que extravió el camino hacia la habitación de Duncan y se encontró cerca del patio con Banquo. Pude escabullirme por entre las ramas de aquel abeto para escuchar lo que hablaron.
-¿Y qué se dijeron?
-Todo fue muy extraño. Macbeth le dio a entender a su fiel amigo que era posible aun más honor y más gloria si alguna vez estaba dispuesto a obtenerla. Bancuo dijo que estaría dispuesto con la única condición de que ese honor y esa gloria nuevos no significaran un menoscabo en los que ya tenía. En otras palabras, le dijo que por las vías naturales aceptaría el consejo de Macbeth y su oferta. Pero que no estaba dispuesto a llegar a extremos indignos.
-¿Y qué le dijo Macbeth?
-Nada. Simplemente lo despidió hasta la mañana. Luego encontró de nuevo el camino hacia las habitaciones de Duncan. Parecía un loco perdido en sus delirios. Iba hablándole a una sombra. La sombra del puñal que debía utilizar para acabar con el rey. Hasta que apareció Lady Macbeth y le entregó los puñales verdaderos. Luego ella lo dejó solo. Los guardias dormían a pata suelta cuando Macbeth entró a la habitación de Duncan. Al cabo de un rato salió de allí con los puñales ensangrentados en sus manos. Se encontró en uno de los pasillos con Lady Macbeth, quien se los arrebató. Luego ella los dejó entre los brazos de los guardias, que de nada de esto se enteraron. Ya todo estaba hecho.
-¿Y tú no has gritado para impedir tal infamia?
-Sabes mejor que yo que mis gritos no habrían impedido nada. Nuestro poder termina en nuestras visiones, hermanita.
-¿Y ahora? ¿Qué esperamos aquí?
-Que amanezca. Mira: ya vienen los primeros rayos desde el oriente y si mis ojos no me engañan, aquel que cabalga hacia el castillo es Macduff. Viene a despertar al Rey.
-Que me aspen si logra despertarlo del sueño eterno en el que los cuchillos de Macbeth lo han precipitado.
-¡Mira hermanita! Macduff saluda a Banquo, y por allí viene Macbeth vestido con su ropa de cama, como si nada hubiera pasado.
-¡Es cierto! ¡Ahora Macduff entra en la habitación de Duncan! ¡Oh! ¡Déjame cerrar los ojos! No quisiera ver su cara cuando descubra que el rey ha muerto asesinado.
-Ahora Macduff sale y busca a Macbeth. Macbeth entra en la habitación y finge sorpresa. Luego corren por el pasillo. Alguien pide que toquen las campanas a rebato. Por allá viene Lady Macbeth y también finge sorprenderse, por las campanas primero, luego por los hechos sucedidos en su propio castillo. ¡Qué grandes actores! Han engañado a lo más granado de los nobles de Escocia con su actuación.
-Macbeth va hacia los guardias y los despierta. Aun tienen los cuchillos en las manos. Los hace llevar a la mazmorra sin que puedan decir nada en su defensa.
-¡Mira, hermana! Son Malcolm y Donalbain, los hijos de Duncan. Conversan solos en un apartado. Creo que hablan de huir. Dicen que no están seguros en el castillo de Inverness. El mismo que mató a su padre seguramente irá contra ellos. ¡Escucha! ¡Escucha bien!
-Eso hago, hermana. Mis oídos son mejores que los tuyos. Malcolm irá a Inglaterra y tratará de convencer al Rey Eduardo de que le de refugio. Donalbain cabalgará hacia Irlanda. ¡Vaya! Es una buena idea de los hermanos el separarse. Si algo malo le ocurre a uno de ellos, el otro siempre podrá vengarlo.
-¡Míralos! Ya se van hacia las caballerizas sin que nadie los advierta. No se han detenido con nadie. En nadie confían más que en ellos mismos.
-¡Pobres huérfanos, herederos de un trono sangriento! Que el destino los ayude. Mientras tanto allí viene Macbeth. ¿Qué ha hecho con los guardias? ¡Los ha ejecutado de forma sumaria! Le explica a Macduff por qué lo ha hecho. Alega que ellos negaron todo en su propia cara y con los puñales aun humeantes. ¡Qué sangre fría! ¡Ha matado bajo una falsa acusación a quienes él sabe que son inocentes!
-¡Y mira, hermanita! Los dedos acusatorios señalan las almenas. Desde ellas aun pueden verse los caballos en los que Malcolm y Donalbain huyen. Y las voces son todavía más acusatorias que los dedos. Ahora todos lo dicen: ¡ellos han mandado a matar a su propio padre! ¿Por qué otra razón huirían de ese modo?
-Y ahora, al terminar la mañana, el golpe final: todos los nobles rodean a Macbeth. Todos lo señalan. Lo eligen Rey y le piden que vengue la muerte de Duncan.
-¡Ah! ¡Qué ironía, hermana! Las cosas han salido mejor de lo que muchos habían creído.

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