N. del
A.: en los capítulos anteriores Lady Macbeth, seducida por la
posibilidad de convertirse en reina, convence a Macbeth de matar al
rey Duncan. La ocasión está servida en bandeja, puesto que el mismo
rey los ha ido a visitar al castillo de Forres. ¿Qué ocurrirá
entonces? La respuesta en el Cap. IV.
AL AMANECER las campanadas surcaban el aire.
Dos
sombras se encontraron en las almenas.
-¿Qué
haces, hermana del medio?
-¿Responde a tu misma pregunta tú primero, hermana menor?
-He
venido porque hermana mayor me ha enviado a ver qué
ocurría con Macbeth.
-Pues
has llegado tarde. Ya todo ha sucedido.
-Entonces nuestra hermana mayor se enfadará.
-No
tanto. Si lo deseas, yo puedo contarte lo que he visto.
-Adelante. No demores más.
-Macbeth y Lady Macbeth agazajaron al Rey Duncan con sus
mejores galas. El banquete fue un éxito. El Rey decidió
proceder liberalmente con los ayudantes y los cocineros y a
todos les ofreció muy buenos regalos. Incluso le dio un
diamante labrado a Lady Macbeth como prueba de su
beneplácito. Luego se fue a dormir acompañado de sus
guardias.
-Entonces nada malo sucedió.
-Lo
mejor está aun por llegar, querida hermana. Porque Lady
Macbeth vertió ciertas sales en las bebidas de los
guardias. Luego fue a dar el aviso a su esposo, quien
salió apresurado de su recámara. Tan apresurado que
extravió el camino hacia la habitación de Duncan y se
encontró cerca del patio con Banquo. Pude escabullirme por
entre las ramas de aquel abeto para escuchar lo que
hablaron.
-¿Y
qué se dijeron?
-Todo
fue muy extraño. Macbeth le dio a entender a su fiel
amigo que era posible aun más honor y más gloria si
alguna vez estaba dispuesto a obtenerla. Bancuo dijo que
estaría dispuesto con la única condición de que ese honor
y esa gloria nuevos no significaran un menoscabo en los
que ya tenía. En otras palabras, le dijo que por las vías
naturales aceptaría el consejo de Macbeth y su oferta.
Pero que no estaba dispuesto a llegar a extremos indignos.
-¿Y
qué le dijo Macbeth?
-Nada. Simplemente lo despidió hasta la mañana. Luego
encontró de nuevo el camino hacia las habitaciones de
Duncan. Parecía un loco perdido en sus delirios. Iba
hablándole a una sombra. La sombra del puñal que debía
utilizar para acabar con el rey. Hasta que apareció Lady
Macbeth y le entregó los puñales verdaderos. Luego ella lo
dejó solo. Los guardias dormían a pata suelta cuando
Macbeth entró a la habitación de Duncan. Al cabo de un
rato salió de allí con los puñales ensangrentados en sus
manos. Se encontró en uno de los pasillos con Lady
Macbeth, quien se los arrebató. Luego ella los dejó entre
los brazos de los guardias, que de nada de esto se
enteraron. Ya todo estaba hecho.
-¿Y
tú no has gritado para impedir tal infamia?
-Sabes mejor que yo que mis gritos no habrían impedido
nada. Nuestro poder termina en nuestras visiones, hermanita.
-¿Y
ahora? ¿Qué esperamos aquí?
-Que
amanezca. Mira: ya vienen los primeros rayos desde el
oriente y si mis ojos no me engañan, aquel que cabalga
hacia el castillo es Macduff. Viene a despertar al Rey.
-Que
me aspen si logra despertarlo del sueño eterno en el que
los cuchillos de Macbeth lo han precipitado.
-¡Mira hermanita! Macduff saluda a Banquo, y por allí
viene Macbeth vestido con su ropa de cama, como si nada
hubiera pasado.
-¡Es
cierto! ¡Ahora Macduff entra en la habitación de Duncan!
¡Oh! ¡Déjame cerrar los ojos! No quisiera ver su cara
cuando descubra que el rey ha muerto asesinado.
-Ahora Macduff sale y busca a Macbeth. Macbeth entra en la
habitación y finge sorpresa. Luego corren por el pasillo.
Alguien pide que toquen las campanas a rebato. Por allá
viene Lady Macbeth y también finge sorprenderse, por las
campanas primero, luego por los hechos sucedidos en su
propio castillo. ¡Qué grandes actores! Han engañado a lo
más granado de los nobles de Escocia con su actuación.
-Macbeth va hacia los guardias y los despierta. Aun tienen
los cuchillos en las manos. Los hace llevar a la mazmorra
sin que puedan decir nada en su defensa.
-¡Mira, hermana! Son Malcolm y Donalbain, los hijos de
Duncan. Conversan solos en un apartado. Creo que hablan de
huir. Dicen que no están seguros en el castillo de
Inverness. El mismo que mató a su padre seguramente irá
contra ellos. ¡Escucha! ¡Escucha bien!
-Eso
hago, hermana. Mis oídos son mejores que los tuyos. Malcolm
irá a Inglaterra y tratará de convencer al Rey Eduardo
de que le de refugio. Donalbain cabalgará hacia Irlanda.
¡Vaya! Es una buena idea de los hermanos el separarse. Si
algo malo le ocurre a uno de ellos, el otro siempre podrá
vengarlo.
-¡Míralos! Ya se van hacia las caballerizas sin que nadie
los advierta. No se han detenido con nadie. En nadie
confían más que en ellos mismos.
-¡Pobres huérfanos, herederos de un trono sangriento! Que
el destino los ayude. Mientras tanto allí viene Macbeth.
¿Qué ha hecho con los guardias? ¡Los ha ejecutado de
forma sumaria! Le explica a Macduff por qué lo ha hecho.
Alega que ellos negaron todo en su propia cara y con los
puñales aun humeantes. ¡Qué sangre fría! ¡Ha matado bajo
una falsa acusación a quienes él sabe que son inocentes!
-¡Y
mira, hermanita! Los dedos acusatorios señalan las almenas.
Desde ellas aun pueden verse los caballos en los que
Malcolm y Donalbain huyen. Y las voces son todavía más
acusatorias que los dedos. Ahora todos lo dicen: ¡ellos han
mandado a matar a su propio padre! ¿Por qué otra razón
huirían de ese modo?
-Y
ahora, al terminar la mañana, el golpe final: todos los
nobles rodean a Macbeth. Todos lo señalan. Lo eligen Rey y
le piden que vengue la muerte de Duncan.
-¡Ah!
¡Qué ironía, hermana! Las cosas han salido mejor de lo
que muchos habían creído.
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