N. del
A.: en el capítulo anterior dos brujas fueron testigos y narradoras
en tiempo real del asesinato del Rey Duncan a manos de Macbeth. El
asunto no terminó allí, puesto que Macbeth y Lady Macbeth se
hicieron los sorprendidos cuando el cuerpo ensangrentado de Duncan
fue descubierto. Las culpas las llevaron los guardias, que antes de
que pudieran despertarse ya tenían sus cabezaa separadas de sus
hombros. Macbeth fue nombrado rey mientras los hijos de Duncan,
sospechosos de haber ordenado el crimen, escapaban hacia rumbos
distintos. ¿Qué sucederá en el capítulo V?
DESPUÉS de convertirse en Rey Macbeth trasladó su corte al
palacio de Forres, el hogar de los reyes que le había
arrebatado a Duncan y a sus hijos. Pero no todo había
sido tan grato como dijeran las brujas. Las visiones lo
atormentaban todas las noches, impidiéndole el sueño. Lady
Macbeth organizó un banquete para que el Rey volviera a
sentirse halagado y le aconsejó comportarse con generosidad
con sus súbditos.
Banquo, el que había sido una vez su amigo, evitaba su
presencia. “Los espíritus oscuros han sido muy claros”,
pensaba. “Macbeth es Rey pero sus hijos no heredarán
jamás el trono. Si lo que han dicho es cierto, mi hijo
Fleance será el heredero. Pero, ¿por qué no yo?”
Estos
pensamientos lo agoviaban. Se sentía en peligro. No había
otra salida: tenía que huir del palacio de Forres con su
hijo antes de que Macbeth sospechara que ya no confiaba en
él.
Se
dirigió a las caballerizas del palacio y solicitó que le
prepararan dos caballos para después del mediodía. Macbeth,
desde una ventana, seguía sus pasos sin que Banquo pudiera
verlo.
-¿En
qué piensas, mi Rey?- dijo Lady Macbeth desde la puerta
de la habitación real.
-Mira
con tus propios ojos, mi Reina. Ese de allí es Banquo.
Presiento que prepara su huida. Él fue testigo de las
palabras de las brujas y tal vez ya sospeche que me he
dejado ganar por la codicia.
-¿Y
qué harás al respecto? Me estremezco al pensar que...
-Mejor que no lo sepas. Mantén tus manos limpias de la
sangre que corre por las mías.
-Mis
manos están tan rojas como las tuyas. Pero es verdad. No
quiero saber nada más. Lo hecho, hecho está, y ya eso me
resulta más que suficiente.
-Vete
a tus habitaciones y pídele al viejo médico que te
asiste que te calme los nervios con algunas hierbas. Luego
trata de descansar. De aquí en más eres libre de todo lo
que suceda.
-Eso
haré, mi Rey.
Macbeth hizo una seña a uno de los hombres de las
caballerizas. Al poco rato el hombre era detenido por los
guardias en la puerta de la habitación del Rey.
-Déjenlo pasar- indicó Macbeth-. Viene bajo mi comando.
-¿Qué
desea Su Majestad?
-Te
he visto hablar con Banquo. Dime qué te ha dicho.
-Bueno... he jurado conservar el secreto de su pedido, pero
supongo que si el mismo Rey me solicita que rompa un
juramento, mi pecado no será tomado en cuenta por el Dios
sobre el que he jurado.
-¡Basta de sandeces! Dime de una vez qué han hablado.
-El
noble Banquo ha solicitado dos caballos para esta tarde.
Pidió los dos mejores. Piensa cabalgar un buen trecho.
-Con
que ese es su propósito, tal como lo suponía. ¿Y eso es
todo?
-Juro
por Dios que sí, mi Rey.
-No
jures más, por todos los cielos. ¿Te atreves a invocar a
Dios un minuto después de haber quebrantado otro juramento?
A propósito, debes saber que conozco tu historia. Y no es
para nada una buena historia. Si he consentido en mantenerte
a mi servicio en este palacio es porque espero, en alguna
ocasión, beneficiarme de lo que bien sabes hacer.
-¿A
qué se refiere Su Majestad?
-Sé
que eres un asesino profesional y que has enviado al otro
mundo a más gente que la que eres capaz de recordar. Por
estas razones, evitémonos los rodeos de una vez. Necesito
que vayas tras Banquo y su hijo y los mates a ambos.
-Banquo es un buen guerrero, Su Majestad. Y su hijo, aunque
aun joven, también lo es. No es un trabajo para un solo
hombre.
-Hazlo como creas conveniente. Lo importante es que yo salga
limpio de todo este asunto. ¿Entiendes lo que quiero
decir?
-Perfectamente, mi Rey.
-Luego de que hayan realizado el trabajo serás bien pagado
y podrás alcanzar alguna otra dignidad. Pero recuerda: nadie
debe saber que yo estoy tras este plan.
-Ya
puede contar con ello, mi Rey.
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