jueves, 16 de marzo de 2017

Capítulo V


N. del A.: en el capítulo anterior dos brujas fueron testigos y narradoras en tiempo real del asesinato del Rey Duncan a manos de Macbeth. El asunto no terminó allí, puesto que Macbeth y Lady Macbeth se hicieron los sorprendidos cuando el cuerpo ensangrentado de Duncan fue descubierto. Las culpas las llevaron los guardias, que antes de que pudieran despertarse ya tenían sus cabezaa separadas de sus hombros. Macbeth fue nombrado rey mientras los hijos de Duncan, sospechosos de haber ordenado el crimen, escapaban hacia rumbos distintos. ¿Qué sucederá en el capítulo V?


DESPUÉS de convertirse en Rey Macbeth trasladó su corte al palacio de Forres, el hogar de los reyes que le había arrebatado a Duncan y a sus hijos. Pero no todo había sido tan grato como dijeran las brujas. Las visiones lo atormentaban todas las noches, impidiéndole el sueño. Lady Macbeth organizó un banquete para que el Rey volviera a sentirse halagado y le aconsejó comportarse con generosidad con sus súbditos.
Banquo, el que había sido una vez su amigo, evitaba su presencia. “Los espíritus oscuros han sido muy claros”, pensaba. “Macbeth es Rey pero sus hijos no heredarán jamás el trono. Si lo que han dicho es cierto, mi hijo Fleance será el heredero. Pero, ¿por qué no yo?”
Estos pensamientos lo agoviaban. Se sentía en peligro. No había otra salida: tenía que huir del palacio de Forres con su hijo antes de que Macbeth sospechara que ya no confiaba en él.
Se dirigió a las caballerizas del palacio y solicitó que le prepararan dos caballos para después del mediodía. Macbeth, desde una ventana, seguía sus pasos sin que Banquo pudiera verlo.
-¿En qué piensas, mi Rey?- dijo Lady Macbeth desde la puerta de la habitación real.
-Mira con tus propios ojos, mi Reina. Ese de allí es Banquo. Presiento que prepara su huida. Él fue testigo de las palabras de las brujas y tal vez ya sospeche que me he dejado ganar por la codicia.
-¿Y qué harás al respecto? Me estremezco al pensar que...
-Mejor que no lo sepas. Mantén tus manos limpias de la sangre que corre por las mías.
-Mis manos están tan rojas como las tuyas. Pero es verdad. No quiero saber nada más. Lo hecho, hecho está, y ya eso me resulta más que suficiente.
-Vete a tus habitaciones y pídele al viejo médico que te asiste que te calme los nervios con algunas hierbas. Luego trata de descansar. De aquí en más eres libre de todo lo que suceda.
-Eso haré, mi Rey.
Macbeth hizo una seña a uno de los hombres de las caballerizas. Al poco rato el hombre era detenido por los guardias en la puerta de la habitación del Rey.
-Déjenlo pasar- indicó Macbeth-. Viene bajo mi comando.
-¿Qué desea Su Majestad?
-Te he visto hablar con Banquo. Dime qué te ha dicho.
-Bueno... he jurado conservar el secreto de su pedido, pero supongo que si el mismo Rey me solicita que rompa un juramento, mi pecado no será tomado en cuenta por el Dios sobre el que he jurado.
-¡Basta de sandeces! Dime de una vez qué han hablado.
-El noble Banquo ha solicitado dos caballos para esta tarde. Pidió los dos mejores. Piensa cabalgar un buen trecho.
-Con que ese es su propósito, tal como lo suponía. ¿Y eso es todo?
-Juro por Dios que sí, mi Rey.
-No jures más, por todos los cielos. ¿Te atreves a invocar a Dios un minuto después de haber quebrantado otro juramento? A propósito, debes saber que conozco tu historia. Y no es para nada una buena historia. Si he consentido en mantenerte a mi servicio en este palacio es porque espero, en alguna ocasión, beneficiarme de lo que bien sabes hacer.
-¿A qué se refiere Su Majestad?
-Sé que eres un asesino profesional y que has enviado al otro mundo a más gente que la que eres capaz de recordar. Por estas razones, evitémonos los rodeos de una vez. Necesito que vayas tras Banquo y su hijo y los mates a ambos.
-Banquo es un buen guerrero, Su Majestad. Y su hijo, aunque aun joven, también lo es. No es un trabajo para un solo hombre.
-Hazlo como creas conveniente. Lo importante es que yo salga limpio de todo este asunto. ¿Entiendes lo que quiero decir?
-Perfectamente, mi Rey.
-Luego de que hayan realizado el trabajo serás bien pagado y podrás alcanzar alguna otra dignidad. Pero recuerda: nadie debe saber que yo estoy tras este plan.
-Ya puede contar con ello, mi Rey.


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